MARÍA ANTONIA GARCÍA SIMÓN Notario de Hervás

 

Más de veinte poblaciones de las comarcas del Valle del Ambroz y Las Hurdes quedan en el radio de acción de la notaría de María Antonia García Simón. Desde Hervás (3.957 habitantes), donde tiene su despacho, a Riomalo de Arriba, con cuatro vecinos. No es esta la primera notaría rural de la que es titular. Cuando la ocupó en 2006 lo hizo después de estar dos años en A Fonsagrada (Lugo). De allí se marchó «llorando, no quería irme», confiesa, pero la idea era irse acercando a su localidad natal, Villafranca de los Barros. «No pensé que me fuera a quedar aquí, creía que esto iba a ser un tránsito más a otra notaría, pero es donde he acabado haciendo mi vida». Este municipio del norte de Cáceres, esgrime, «me ofrece un poco de todo. A nivel profesional, es algo muy enriquecedor, y a nivel personal, se tiene mucha calidad de vida», remacha. Así que no está pensando en que vaya a haber un tercer destino: «No es algo que por ahora me plantee».

El ejercicio de esta profesión en el ámbito rural tiene «lo que más me llamaba la atención de ella», explica. «En una ciudad estás más distante del público y aquí hay mayor cercanía. Más que un funcionario, pasas a ser un consejero, un amigo, alguien a quien se pide asesoramiento. Y la gente es muy agradecida. Les aclaras algo con poca trascendencia y para ellos les solucionas la vida». Estos quince años los ha pasado todos viviendo en Hervás. «Ya soy una más, me dicen que soy hervasense», bromea. Solo tiene horario establecido por la mañana, el de tarde lo varía «en función de las necesidades de la gente y de la disponibilidad que tenemos», afirma. También frecuentemente se desplaza a otros pueblos a firmar, «porque hay mucha gente mayor, que no conduce y no tiene manera de venir aquí», justifica. 

 

«Muchas veces ni haces un documento. Solo escuchas a una persona que necesita desahogarse»

 

 

«Hacemos un poco de todo. Asesoras a nivel jurídico, pero también en materia fiscal o hasta matrimonial. Muchas veces ni haces un documento. Simplemente escuchas a una persona que necesita desahogarse. No tiene un psicólogo y te cuenta aquí sus penas».

Entre las curiosidades con las que se ha tropezado durante estos años está el haber visto en varias ocasiones «matrimonios que hacen testamentos y, sobre todo la mujer, quiere prever en él que si ella fallece antes, aunque no le importa que su marido se vuelva a casar o a tener una nueva relación, lo que no quiere bajo ningún concepto es que su cama la ocupe nadie». También se ha encontrado con un censo enfitéutico muy peculiar en una casa que había estado más de un siglo en manos de una misma familia, pasando de generación en generación. Al ir a venderla a un tercero, descubrieron que la escritura existente obligaba a la entrega de una gallina al año al transmitente original.

Casos llamativos aparte, los expedientes que más tramita en su día a día son los vinculados a las particularidades del mundo rural: compraventas de fincas rústicas y actas por conflicto de lindes o de exceso de cabida. No obstante, puntualiza, «el documento clave en mi notaria son las actas de inmatriculación. La gente está viendo la importancia de tener escrituradas propiedades y lo que antes en pueblos pequeños se arreglaba con un cruce de manos, ahora ya no es así». 

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